"La verdad y otras mentiras"

¿Nos hace Google cada vez más estúpidos?

¿Imitarán las computadoras nuestra mente o nosotros a ellas?

Algo está ocurriendo a nuestro alrededor. Usted puede hacer como que no ocurre, ignorarlo y mirar hacia otro lado. También puede enfrentar esas transformaciones y buscar las herramientas que nos permitan comprenderlas y controlarlas. Decidir y no sólo describir. Resistir o colaborar y no sólo abandonarse al flujo incontenible de los hechos. 

Puedo comprender que alguien considere trivial a esta discusión. Es verdad, tal como dice Paula Sibilia en su fantástico libro La intimidad como espectáculo respecto de la inclusión digital: “Hoy, sólo mil millones de los habitantes de este planeta poseen una línea de teléfono fijo; de ese total, menos de un quinto tiene acceso a Internet por esa vía. Otras modalidades de conexión amplían esos números, pero de todos modos siguen quedando fuera de la Web por lo menos cinco mil millones de terráqueos. Lo cual no causa demasiado asombro si consideramos que el 40% de la población mundial, casi tres mil millones de personas, tampoco dispone de una tecnología bastante más antigua y reconocidamente más básica: el inodoro”.

Las nuevas tecnologías han provocado siempre divergencias entre tecnofílicos y tecnofóbicos, apocalípticos e integrados, entusiastas y nostálgicos. Desde Sócrates a Gutemberg la novedad casi siempre ha generado inestabilidad y temor. 

Según la investigadora danesa Kristen Drotner podría denominarse a esto "pánico mediático". Una reacción que expresa: "el miedo de las sociedades frente lo nuevo, una tendencia a sostener el status quo y el temor de las élites intelectuales a perder su lugar de liderazgo, sustentado en el capital simbólico que los nuevos medios amenazan".

Desde hace algunos días se viene desarrollando una intensa polémica desatada a partir de un artículo de Nicholas Carr publicado en The Atlantic y cuyas réplicas más notables pueden leerse en el Blog de la Enciclopedia Británica en Edge y en The New York Times.

La cuestión hoy podría plantearse así:

¿Nos convertiremos en lectores de superficie, en cyborgs presos del automatismo y la inmediatez, en náufragos de la historia flotando a la deriva en un presente perpetuo?

Pero también:

¿Es imperioso que toda transformación cognitiva represente un retroceso? La postura crítica, ¿es al mismo tiempo un ejercicio nostálgico de una cultura libresca que jamás existió excepto para una elite? ¿Pueden los intelectuales herederos de la palabra impresa analizar un mundo con categorías de otro que ya no existe? ¿Es necesario optar entre Gutemberg o Sergey Brin y Larry Page?

Vale la pena sintetizar los puntos principales de lo que, en este caso, postulan unos y otros.

¿Qué dice Nicholas Carr?

Los medios no son sólo canales pasivos para la información, imponen estilos de pensamiento y representaciones del mundo (Marshall McLuhan).

Las tecnologías de la información modifican los circuitos neurales (plasticidad) y producen cambios cognitivos en las personas.

Se transforman los procesos de pensamiento y los hábitos mentales.

Se deterioran la capacidad de atención, concentración y contemplación.

La “lectura en profundidad” ha sido reemplazada por una “lectura de superficie”. Ya no se “bucea”, se “surfea”  sobre los textos.

La lectura de textos largos se torna dificultosa y se prefieren los cortos.

Los lectores “saltan” de un texto a otro.

Si se establece esta modalidad cognitiva en poco tiemo más ya nadie será capaz de leer "La guerra y la Paz" (León Tolstoi) o "En busca del tiempo perdido" (Marcel Proust). 

Los jóvenes abandonan lo clásico por lo vulgar.

El patrimonio cultural que nos vincula al pasado está en riesgo.


Se “guardan” textos pero no existe evidencia sobre que se vuelve a ellos.

No es que “seamos lo que leemos” más bien “somos como leemos”.

Se privilegian la eficiencia y la inmediatez.

Se decodifica información pero se pierde la habilidad para interpretarla.

Las “tecnologías intelectuales” transmiten sus cualidades a las personas (reloj).

Se modifican las metáforas mediante las cuales nos explicamos nosotros a nosotros mismos.

Google sistematiza los procesos generando un “Taylorismo” intelectual.

La información se convierte en “comodity” y es un recurso utilitario.

En el “mundo Google” no hay lugar para la borrosidad ni la contemplación.

Existen intereses económicos que necesitan que la lectura admita distracciones (pop-ups, etc) y facilita la adquisición de ese estilo de lectura.

No es que la inteligencia artificial se parezca a la humana, hoy comienza a ocurrir lo contrario.


Las réplicas:

Clay Shirky:

No es por la web que hoy las personas no sean capaces de leer “La guerra y la paz”, es porque no resulta suficientemente interesante. Esta afirmación no resulta menos verdadera por sonar sacrílega y blasfema. 

No es que las personas hayan dejado de leer “La guerra y la paz”, es que las personas han dejado de ser genuflexas ante la idea de que eso resulta necesario.

El mundo literario ha perdido su poder normativo sobre la cultura.

Nuestros hábitos mentales del pasado no eran más virtuosos, eran un “efecto colateral” de vivir en un medio con acceso pobre a la información.

Todas las tecnologías que incrementaron la cantidad de productores y consumidores han resultado siempre buenas para la humanidad.

El escenario actual provee la más grande expansión de nuestras capacidades expresivas que el mundo haya visto jamás.

Estamos siendo liberados de la “servidumbre” de la cultura de la lectura en profundidad y de los largos textos.

Cada vez que la disponibilidad de contenidos escritos se incrementa su calidad promedio disminuye. Es un simple efecto secundario de la expansión del volumen.

El lenguaje hablado es un hecho evolutivo de la especie pero la escritura es una tecnología. No existe un “modo natural” de escribir o leer.

La habilidad de concentrarse fue de gran ayuda en un medio relativamente vacío de información que no retornará jamás.

Las tecnologías que hacen que la escritura sea muy abundante requieren de nuevas estructuras sociales que las acompañen. 

W. Daniel Hillis

Es verdad, algo nos está haciendo más estúpidos, pero no es Google. Éste es un salvavidas que nos permite mantenernos a flote en una inundación de informaciones. No es por pereza, es por supervivencia.

No es que deseemos más informaciones, es que las necesitamos.

La tecnología ha destruido el aislamiento de las distancias.

No es sólo que el mundo se haya hecho más complicado, también se ha tornado más relevante. No sólo está más conectado, es más grande. Hay más personas que nunca antes en la historia de la humanidad.

Necesitamos más información para tomar nuestras propias decisiones. Puedo elegir mi religión, mi carrera, mi prestador de salud, mis candidatos, hacer oír mi opinión. En la antigüedad esas decisiones las tomaba el rey por nosotros.

El hombre ha evolucionado en un mundo en el que la supervivencia dependía del conocimiento del medio que lo rodeaba. Ahora nuestro ambiente es más grande y más complejo que cuando vivíamos en una pequeña parcela de la sabana  y entre un reducido círculo de personas.

No es que seamos más estúpidos, el mundo nos demanda que seamos más inteligentes. Forzados por la amplitud debemos sacrificar profundidad.

La bibliofilia no es una virtud, es una indulgencia. Mi respeto es por las ideas, no por los formatos.

Se asocia a los libros con el pensamiento profundo, eso fue cierto, pero ya no lo es.

Demanda mucho más esfuerzo humano realizar una serie de TV que una novela. Si ambos son hechos con altos estándares e igual cuidado, espero más de la serie y menos de la novela. La literatura ha perdido la primacía como contadora de historias.

Los libros han sido creados con un propósito: informar, entretener o iluminar. Los mismos objetivos podrían obtenerse por otros medios. Un libro es un dispositivo admirable, pero las tablas cuneiformes y los papiros también lo eran.

George Dyson

¿Quién dijo que el precio de tener máquinas que “piensan” será que nosotros dejemos de hacerlo?

Es probable que perdamos ciertas maneras de pensar pero las próximas generaciones las reemplazarán por algo nuevo.

Cierta literatura siempre estuvo encerrada en monasterios o reducida a unos pocos y selectos lectores.

El iPod y el MP3 hicieron declinar al disco y al CD. Pero ahora mucha más gente escucha música, y eso es muy bueno.

Jaron Lanier

Lo que nos está haciendo más estúpidos es pretender que la tecnología es un proceso autónomo que elige su rumbo independientemente de nosotros.

Es completamente verdadero que cierta tecnología nos hace más estúpidos: los casinos, los programas de famosos, el crack, la cocaína.

Douglas Rushkoff

Creer que las nuevas generaciones de "niños Web" son una calamidad es como si los peces se hubiesen quejado de que sus hijos adquirieron piernas, caminaran sobre la tierra pero en ese proceso perdieron su capacidad de respirar debajo del agua.

La web aporta textos más coloquiales y en contextos colaborativos. El libro impreso se dirigía hacia personas con mucho más tiempo para leer y con más espacios de soledad que nosotros.

Conclusiones:

Es común sucumbir al viejo malentendido de considerar poco inteligente todo aquello que no comprendemos, que no coincide con lo que pensamos o que trastorna nuestro modo establecido de estar en el mundo. No es fácil reconocer los valores de los argumentos que refutan nuestras creencias. Todo cuanto las impugna es recibido como amenaza. Y, ya se sabe, si me amenazan: me encierro, me encapsulo allí donde me siento más seguro.

Mi ignorancia me protege de las decisiones fundamentales. Soy inimputable. Pero algo me dice que acá se están discutiendo cuestiones trascendentes que nos involucran a todos y que comprometen el futuro de nuestros hijos. También creo advertir que, como tantas otras veces, hay ideas sólidas y argumentaciones válidas de ambos lados. Le propongo un ejercicio. Sálgase de usted mismo. Relea estos conceptos y piense en ellos liberado de sus deseos, de su pasado, de sus prejuicios. Luego saque conclusiones. Sospecho que si usted o yo no pensamos ahora en estos temas, alguien –que no elegiremos- los pensará por nosotros.

Daniel Flichtentrei