"La verdad y otras mentiras"

Que parezca un accidente

Buscar lo que no existe.

En algún lugar de los vastos arenales de Marte hay un cristal muy pequeño y muy extraño. Si alzas el cristal y miras a través de él, verás el hueso detrás de tu ojo, y más adentro luces que se encienden y se apagan, luces enfermas que no consiguen arder, son tus pensamientos. Si oprimes entonces el cristal en el sentido del eje medio, tus pensamientos adquirirán claridad y justeza deslumbrante, descubrirás de un golpe la clave del Universo todo, sabrás por fin contestar hasta el último por qué. En algún lugar de Marte se halla ese cristal. Para encontrarlo hay que examinar grano por grano los inacabables arenales. Sabemos también, que, cuando lo encontremos y tratemos de recogerlo, el cristal se disgregará, sólo nos quedará un poco de polvo entre los dedos. Sabemos todo eso, pero lo buscamos igual”.
H.G. Oesterheld.

Lo que estás buscando querida M, lo que te hace llorar a escondidas y te come la voluntad, no existe. Una voz -que también debe ser mía- me dice mientras te escribo: -“No la desilusiones. Es una chica. No seas tan cruel”. Pero te quiero mucho y me parece que sería un traidor callándolo. Es mentira, allí donde estás mirando no hay nada. Lo que vas a encontrar –porque vas a encontrar algo- será lo que durante este doloroso trayecto vayas creando. Un monstruo horrible o bondadoso que tu dolor y tu deseo irán tallando sobre la arena de este desierto nocturno por el que ahora caminás. Esa cara desnuda, privada de toda máscara y auténtica, no existió jamás. No hay allí ninguna verdad en el sentido fuerte en que nos gustaría creer. Es necesario ser muy tonto o muy cobarde para aceptar los cuentos que dicen lo contrario. Pero tu inteligencia te protege de los templos. Y a tu sensibilidad le dan náuseas los sermones.

Sin embargo, y por extraños motivos, a veces buscamos y buscamos como si se tratara de encontrar. Es posible que a lo que vos llamás “buscar” sea una cosa muy diferente a lo que Sara B, tu analista, llama “buscar”. Ya se sabe lo putitas que son las palabras. Le dicen a cada uno lo que quiere escuchar mientras les permitan salirse de sus bocas. Pero si se trata de ese homúnculo maldito que se supone escondés dentro de vos misma, que te gobierna y del que nunca tendrás conciencia. Si es eso, divina M, no lo busques más. Su cuerpito deforme de enano gótico lo están dibujando juntas, vos y Sara B, en cada sesión. Crearán un estúpido Golem y luego te mentirán que vive dentro tuyo. Un Frankenstein hecho de jirones de tu memoria, cosido con ideas de dos o tres maestros fundadores que nunca comprendieron. Un impostor. Te impedirán pedirles pruebas. Te acusarán de resistente si exigís una sola evidencia. Conozco el truco. Es una pura alquimia medieval. Toman un caldero, arrojan tus palabras sueltas, unos polvos de frases sin sentido, varias medidas de un licor que les hace hablar una lengua oscura y arrogante, sazonan con ignorancia, mucha ignorancia. Luego revuelven al fuego de tu propio dolor y más tarde te obligan a beber su porquería con el cuento de que es el conjuro que reclama tu incerteza.

Sara B. se enojará conmigo cuando le muestres esta carta. Te enseñará los dientes. Escupirá su veneno insípido y trivial. Pero ya no me importa. Puedo comprenderla, aunque no espero que ella lo haga. Nadie admite que le corten las patas al pedestal al que se ha subido. No queremos que sacudan nuestros propios fundamentos. Nadie está a salvo de vencer o ser derrotado por fantasmas. Tampoco yo. Así somos, casi todos.

El pasado que estás reconstruyendo a la luz de esas premisas es falso. Como todo pasado. Estás contándote un cuento cuyo único fin es confirmar las teorías en las que Sara B. cree. Pero cree en ellas sin más pruebas que las que vos tenías para creer en otras. Un pequeño y falso mundo a la medida de su biblioteca. Contate la historia que te haga mejor. La que más te guste. La que te permita no quedar atrapada dentro de su jaula. Si Sara B. te ayuda a conseguirlo, si te guía con ternura, si te ilumina mientras caminás a tientas por esas tinieblas; entonces querela, escuchala y dale un beso de mi parte. Pero no le creas. Porque ella tampoco conoce la verdad.

Querida M, dale, llorá. Aunque me duela verte los ojos turbios y el rímel chorreando coágulos negros sobre tus cachetes de nena cada vez que te dejamos sola. Nunca creemos con mayor intensidad en algo que cuando es falso. Pero saberlo no impide la felicidad de la creencia. En cambio ignorarlo -y suponerlo verdadero- te convierte en un idiota o en un peligro para vos misma o para los demás. Es perfectamente posible conocer el truco y creerse el hechizo. Ojalá Sara B. pertenezca a la primera clase de “creyentes”.

Pero si no es así. Si alguna vez te devela a ese homúnculo y te dice: - “Allí está, al fin lo encontramos, ¡esa sos vos!”- y te condena a él, y te clausura. La iré a buscar hasta su coqueto consultorio. Ahorcaré delante de sus ojos azules al maldito enano. Le haré un nudo en las pelotas y se lo colgaré del cuello. Luego abriré la ventana y los arrojaré a ambos desde el octavo piso hacia el corazón de la Plaza Serrano. Intentaré que parezca un accidente. 

D.F

Imagen: Homúnculo, Leonardo Da Vinci 

Video realizado por muslo y musicalizado por homúnculo