La verdad y otras mentiras

“Un caníbal desdentado enseñando a masticar”

Acerca de los saberes propios y ajenos y del canibalismo disciplinar.

Autor/a: Dr. Daniel Flichtentrei

"Pero a los ciegos no le gustan los sordos
y un corazón no se endurece porque sí..."
Patricio Rey

Abrir las puertas

Hay que salir del encierro disciplinar. Necesitamos ampliar nuestro horizonte con otros puntos de vista, enriquecernos con saberes ajenos. Pero el continente de la inter/transdisciplina está colonizado de caníbales. 

Nadie duda de que la medicina sea una profesión humana que requiere de competencias comunicacionales imprescindibles. Hay evidencias muy sólidas que indican que un profesional culto, entrenado en habilidades narrativas resulta más eficiente que uno sin esas aptitudes. Los médicos necesitamos no sólo “explicar” sino “comprender” lo que les pasa a nuestros pacientes.

Lo que muchos pensamos pero casi nadie dice

Existe un peligro cada vez que alguien intenta apropiarse de aquellos saberes: la medicina puede vaciarse de contenido médico. Las evidencias científicas son un insumo innegociable para la práctica clínica. Sin conocimiento no hay nada. La medicina no es, ni será jamás, un ejercicio de semiótica francesa, ni un subterfugio para la agónica letanía del psicoanálisis, ni un modo de ejercer una militancia ideológica. La literatura no reemplaza a la medicina pero es un modo fantástico de hacernos mejores médicos. Nos dota de sensibilidad para escuchar historias y para contarlas. Nadie entiende algo que no pueda representarse. La dimensión metafórica y la somática no se oponen; transitan juntas, se articulan. Son inseparables en cualquier fenómeno humano. La medicina es conocimiento científico aplicado con arte y sensibilidad a una persona que sufre.

"La metodología científica rigurosa es un requisito al que sólo temen los charlatanes"

Los desvíos tecnocráticos, los fundamentalismos biologicistas o la deshumanización no se resuelven con imposturas intelectuales, ni con disputas de poder, ni con inconsistencias travestidas detrás del lenguaje críptico de las sectas. Es una estupidez suponer que el cientificismo despersonalizado se cura con psicologismo enfático o con interpretaciones desaforadas que se resisten a la contrastación empírica.
 
La Medicina Basada en Evidencias es una instancia superadora del pasado. No convierte a la medicina en una ciencia pero la hace más “científica”. Sus desvíos son negativos y dañinos. Pero su negación es suicida. Quien proponga enfoques novedosos también deberá construir las evidencias que demuestren su utilidad. No es posible asistir a enfermos con teorías. La metodología científica rigurosa es un requisito al que sólo temen los charlatanes.
 
Por nuestros consultorios pasan todos los días personas únicas e irrepetibles que necesitan ser escuchadas. Pero en general están enfermas y también reclaman ser aliviadas o curadas. Sin estos dos pilares la medicina no se sostiene. No sólo es imperativo replantear lo que ignoramos, necesitamos refundar lo que sabemos. Pero ninguna de las dos cosas podría justificar que nuestra práctica se despoje del conocimiento indispensable.

Narrativa, humanismo, antropología, comunicación, filosofía son disciplinas que merecen ser consideras en la práctica cotidiana. Pero nadie hace un diagnóstico si no sabe en profundidad clínica y fisiopatología. Nadie está en condiciones de aplicar un tratamiento si desconoce la compleja farmacología de nuestros días.

La medicina necesita alimentarse de otros saberes pero al mismo tiempo no puede permitir que ellos la devoren. Somos los médicos quienes necesitamos aprender lo que otros conocen y a nosotros nunca nos han enseñado. Pero es absurdo que pretendan enseñarnos medicina aquellos que nada saben de ella. El esfuerzo de médicos y científicos por adquirir conocimientos procedentes de las humanidades no tiene contraparte alguna en el sentido inverso. Nadie que ignore las premisas básicas del pensamiento científico o que profese un prejuicio ignorante respecto de él puede enseñarnos nada.

La sobreinterpretación exasperada, el postmodernismo fundamentalista, el psicoanálisis vulgar, el relativismo y el escepticismo radicales son imposturas intelectuales, meros desvaríos arrogantes. La cultura de la sospecha permanente acerca de una ciencia que no conocen, la idea paranoide de que se trata de una conspiración política que solo busca el poder de la verdad absoluta e irrefutable, la absurda creencia en que oscuridad equivale a profundidad o que todo lo real es un "texto", la afirmación de que no existen hechos sino solo interpretaciones, son formas modernas de la ignorancia.

Aprender a enseñar: cosas que se dicen en los pasillos y se callan el aula.

¿Cómo aprender a enseñar en postgrados docentes donde la impericia para transmitir conocimiento y facilitar el aprendizaje resulta escandalosa?

Queremos aprender a enseñar pero no de quienes desconocen al cerebro como órgano del aprender y nos proponen métodos y teorías ciegas a sus propios y reiterados fracasos. Necesitamos de la pedagogía y de la didáctica pero sustentada en investigación educativa no en una verborragia hueca, indemostrable y pedante. La ciencia no es un repertorio de contenidos sino un modo específico de procesarlos. Si para adquirir nuevos conocimientos se nos pide renunciar al método de la razón, entonces habremos perdido mucho más que lo ganado.

Muchas veces asisitmos como alumnos a postgrados donde, entre lo que se dice y lo que se hace, se desnuda una contradicción vergonzosa. Volvemos a las aulas después de años de ejercicio profesional con la esperanza de apropiarnos de un saber que no tenemos y del ejemplo de la experiencia de su puesta en práctica por quienes se supone que lo dominan como expertos. Lamentablemente, en ocasiones, salimos de allí sin llevarmos más que palabras huecas y la triste sospecha de que el objetivo primero es justificar un lugar de trabajo, ocuparlo y defender esa posición.

Nadie puede dar lo que no tiene. Ni enseñar lo que ostensiblemente ignora. Asomamos la cabeza desde  el clausurado y minúsculo mundo médico, pero a veces sentimos la urgente tentación de volver allí. Y de cerrar la puerta con doble llave. 

Los médicos necesitamos aprender muchas cosas. Nos interesan otras perspectivas, pero no el desprecio militante hacia la razón y hacia el método científico, ni la subordinación a creencias sin pruebas, ni la licencia para interpretar sin fundamento. No es lo mismo dejar de lado la objetividad de la ciencia para acceder a la subjetividad de las personas que no haberla tenido nunca.

Dr. Daniel Flichtentrei