Escepticemia por Gonzalo Casino

Desmitificar la nutrición

Sobre la incertidumbre de muchas respuestas a cuestiones de alimentación y salud

Autor/a: Gonzalo Casino

“Comer mal mata más que el tabaco”. Este titular de El País es quizá el mensaje más contundente que hemos podido leer recientemente sobre la influencia de la dieta en la salud. La noticia refleja uno de los resultados de un importante estudio, publicado en The Lancet y financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, sobre los efectos en la salud de los principales riesgos asociados a la dieta en 195 países. El periódico británico The Guardian coincidió en su titular con el de El País, pero otros medios resaltaron otros resultados del estudio también impactantes, como la BBC, que destacó que la [mala] dieta recorta la vida de una de cada cinco personas. Estos mensajes condensan lo que muchos médicos y diestistas-nutricionistas ya sospechaban sobre la influencia de la dieta en la salud, y que ahora encuentra un buen respaldo en este estudio. Sin embargo, estos mensajes no pueden tomarse al pie de la letra, porque las cosas no están tan claras como puede parecer.

La comparación con el tabaco es efectista como pocas. El llamado enemigo número uno de la salud, responsable actualmente de unos siete millones de muertes anuales en todo el mundo, parece verse ahora superado por la (mala) dieta, a la que se relaciona en este estudio con unos 11 millones de muertes, lo que viene a representar uno de cada cinco fallecimientos de los 57 millones que ocurren anualmente en todo el mundo, según la OMS. El caso es que estamos más seguros de que esos siete millones de muertes sean causados por el tabaco de que realmente se puedan atribuir 11 millones de fallecimientos a la dieta, pues alimentarse es un acto cotidiano enormemente complejo. La influencia que puedan tener en la salud los distintos alimentos y sus innumerables combinaciones posibles es mucho más difícil de estudiar que la de fumar o no fumar. Y ahí está el problema. Es posible que la mala dieta sea responsable de esos 11 millones de muertes, o incluso de más, pero la verdad es que no lo sabemos, ni siquiera con un grado de certeza moderado.

El grado de certeza de todo este conocimiento es en general bajo, pues se deriva de estudios observacionales, que no pueden establecer relaciones de causa-efecto.

Cada vez tenemos datos más sólidos para entender cuáles son los principales factores de riesgo dietéticos asociados con distintas enfermedades, cuál es la magnitud de estos efectos y, en definitiva, qué es una dieta saludable. Por eso pensamos que comer bien es una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestra salud, junto con no fumar y hacer ejercicio. El estudio de The Lancet refuerza sin duda esta idea, pero toda su sofisticación científica se basa solo en estimaciones de consumo a partir de datos de encuestas y de ventas de alimentos, junto con estimaciones de los efectos sobre la salud de una quincena de factores de riesgo dietéticos (entre ellos, el consumo elevado de sal y de bebidas azucaradas, y el bajo consumo de vegetales y frutos secos) obtenidas en estudios observacionales. Las recomendaciones dietéticas actuales se basan, o debieran basarse, en el mejor conocimiento de esos 15 factores de riesgo, pero teniendo muy presente que el grado de certeza de todo este conocimiento es en general bajo, pues se deriva de estudios observacionales, que no pueden establecer relaciones de causa-efecto.

Uno de los principales problemas que tiene la nutrición es la forma en la que se comunica y se percibe el conocimiento científico. La confianza que tiene la gente en que la ciencia puede ofrecer respuestas seguras a sus preguntas sobre alimentación y salud está muy por encima del grado de certeza que puede ofrecer la ciencia. La proliferación de mensajes exagerados y la saturación informativa plantean grandes retos, pero quizá el más urgente es explicar con claridad la incertidumbre de muchas respuestas científicas y desmitificar la capacidad de la nutrición de ofrecer certezas.


Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.