Por Guillermo Jaim Etcheverry

La tostada y la manteca

Las nuevas tecnologías y el conocimiento.

El escritor y ensayista estadounidense Adam Gopnik formula una interesante distinción a propósito de nuestras actitudes ante el avance técnico. Lo hace en un artículo en el que analiza varios libros recientes acerca, precisamente, del destino del libro y del modo en que Internet penetra en nosotros. Identifica a este respecto tres posiciones básicas. En primer lugar, la de quienes sostienen que nos encontramos en las orillas de una nueva utopía, la denominan "nunca mejor", porque entienden que avanzamos hacia un mundo en el que la información será libre y democrática y las noticias surgirán desde la base hacia la superficie. Otros, cuya actitud define como "mejor nunca", son quienes, por el contrario, creen que estaríamos mucho mejor si todo esto nunca hubiera sucedido, que el mundo que agoniza es muy superior al que lo está reemplazando ante nuestros ojos. Finalmente, están quienes consideran que "siempre fue así", ya que en toda modernidad la aparición de una nueva manera de organizar la información y de vincular a sus usuarios siempre ha entusiasmado a unos y atemorizado a otros. Esa característica es, precisamente, la responsable de que un momento determinado de la historia pueda ser considerado como moderno.

Al abrir panoramas hasta ahora desconocidos al ser humano, la introducción de cada nueva tecnología genera, al mismo tiempo, dilemas que también resultan inesperados. Es más, en épocas como la nuestra, cuando el avance es tan vertiginoso e introduce mutaciones radicales, hay poco tiempo y, sobre todo, escasa predisposición a detenerse en el análisis de la naturaleza de esos problemas, tal es el deslumbramiento que nos genera el progreso. Más aún, el solo intento de reflexionar acerca del efecto que esos cambios ejercen sobre la naturaleza del ser humano tal como la hemos conocido sufre una rápida descalificación al ser considerada una actitud conservadora, rémora de un pasado que se resiste a la evolución.

De allí el interés de la distinción que plantea Gopnik en su equilibrado análisis. Al introducir la categoría de los que consideran que siempre fue así, crea un ámbito de cierta calma y normalidad, porque aceptando el progreso, contempla la necesidad de analizar sus consecuencias, ya que siempre se asumió la existencia de riesgos que acompañan a las ventajas de los avances científicos y, sobre todo, de sus aplicaciones a nuestra vida cotidiana.

Uno de los libros comentados por Gopnik, cuyo título podría traducirse libremente como Solos juntos, es el de Sherry Turkle, profesora de estudios sociales sobre la ciencia en el Massachusetts Institute of Technology y una de las pioneras en la investigación de las relaciones entre las personas y la tecnología. En él señala: "Nuestra tarea no es estar a favor o en contra de la tecnología. Nuestra labor es adaptarla a los propósitos humanos. Cuando se afirma que una tecnología presenta problemas que deben ser confrontados, rápidamente se interpreta que lo que se intenta decir es que resulta inútil". Concluye: "Nadie, y mucho menos yo, está sugiriendo no utilizar los nuevo medios sociales, sino que proponemos hacerlo de manera sensata y con el objetivo de enriquecer las relaciones humanas".

Al resumir el análisis de los ensayos que exponen las diferentes posiciones, Gopnik señala: "El peligro no reside en que los usuarios pierdan su conocimiento del mundo. Está en el hecho de que pueden perder todo sentido de proporción. Los pensamientos superan a los instrumentos que los transmiten. Nuestros ingeniosos artefactos pueden dar forma a nuestras conciencias, pero son ellas las que construyen aquello en lo que creemos y en base a lo que, en general, vivimos. Una tostada no depende, en esencia, de la calidad del pan o de cómo esté cortado, ni siquiera del tostador. Porque el ser humano no puede vivir sólo de tostadas. Finalmente, todo gira en torno a la manteca".

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El autor es educador y ensayista