Historias de vida

El cáncer de cuello uterino viso por las pacientes

El cáncer de cuello de útero me sonó a chino'

Es el segundo tumor más frecuente en las mujeres, pero el diagnóstico provoca sorpresa.

MARÍA VALERIO

"Mi madre había tenido cáncer de ovario, pero eso del cuello del útero me sonó a chino". Pilar es una de las alrededor de 4.000 españolas que cada año reciben un diagnóstico de cáncer cervical, el segundo más frecuente en las mujeres después del de mama. Mientras los expertos siguen tratando de averiguar qué les pasa a las dos niñas de Valencia que recibieron la vacuna diseñada para prevenir esta enfermedad, elmundo.es ha charlado con quienes no han llegado a tiempo para contar con esta polémica protección.

Pilar tiene una hija de 20 años y, a pesar de todo por lo que ha pasado ella misma, reconoce que el caso de Valencia le preocupa, y que prefiere esperar a que todo se aclare antes de que la chica reciba los tres pinchazos establecidos para prevenir la infección por el papilomavirus. El mismo agente de transmisión sexual que ocasionó su cáncer hace cinco años y que en la mayoría de los casos, el propio sistema inmune es capaz de controlar por sí solo.

"Me habían hecho de todo para conocer el origen de mis fortísimos dolores de espalda, pensaban que era algo de columna, o cólicos en el riñón", relata esta mujer de 50 años. Nadie sospechó que había una causa ginecológica, hasta que un urólogo se topó con ''algo'' que le obstruía el paso hasta los riñones.

Ese ''algo'' era un tumor en el cuello del útero (el pequeño cono que separa la vagina del útero), medía casi 8 centímetros y en el momento del diagnóstico se encontraba ya muy avanzado, en la llamada fase IV-a. Por eso, el tratamiento de Pilar obligó a descartar la cirugía y centrarse en otros tres elementos: la radioterapia, la quimioterapia y la braquiterapia (una especie de ''radio'' interna que deposita la radiación directamente en el interior del útero, en las proximidades del tumor).

La citología permite detectar las lesiones precancerosas en la mayoría de casos.

Su caso es minoritario en los países desarrollados, donde los programas de citología permiten detectar la mayoría de los tumores en estadios iniciales. Y como explica el doctor Antonio González, oncólogo del centro MD Anderson de Madrid, esa diferencia repercute no sólo en el tipo de tratamiento, sino en el pronóstico de la enfermedad.

"La cirugía se reserva sólo para lesiones muy, muy precoces, en tumores de menos de 4 centímetros que no han invadido ningún tejido cercano". En cuanto a los porcentajes, la supervivencia varía desde más del 90% para los estadios iniciales hasta menos del 20% para los casos más avanzados, con invasión de la vejiga o el recto o bien metástasis a distancia, en otras zonas alejadas del organismo.
Optimismo y efectos colaterales

Por si enterarse de que tenía el segundo cáncer más frecuente entre las mujeres no fuese suficiente, Pilar andaba lidiando con una depresión causada por su reciente separación. A su cargo, una hija de 15 años y un chico de 10. "A pesar de todo, el cáncer me sirvió para salir del bache".

Con un optimismo que contagia, Pilar habla del cáncer "en segunda persona", de que "hay que tirar ''palante''", de que "la sala de espera de la quimio era un cachondeo por el buen ambiente con las otras mujeres", de que "no ha sido muy malo de llevar", de que "aparte de tener cáncer también tienes más cosas", de que sin la familia y los amigos no lo hubiese conseguido...

La enfermedad suele diagnosticarse como media alrededor de los 48 años en España; aunque un 47% de los casos se identifican en menores de 35 años. Según las estadísticas más recientes, el 95% de los 500.000 nuevos casos anuales se da en países en desarrollo. Sin embargo, como recuerda el doctor Andrés Poveda, del Instituto Valenciano de Oncología, "no hay que olvidar que incluso en España la cobertura de la citología no es universal, y sólo llega al 60%-70% de las mujeres".

A pesar de sus imperfecciones, esta prueba (también llamada test de Papanicolau) ha permitido reducir alrededor del 75% el número de casos en los últimos 50 años sólo en EEUU; pero también la mortalidad que provoca. En los últimos años, además, la introducción de la nueva (y polémica) vacuna para prevenir la infección por el papilomavirus, añade un nuevo aliado en la prevención de este cáncer. "Muchos se han empeñado en un debate baldío para desacreditar esta vacuna", señala Poveda, "porque creen erróneamente que su uso va a promover la promiscuidad".

Optimismo

El primer efecto que notó Pilar gracias al tratamiento fue la desaparición de los dolores de espalda, aunque ''de propina'', el cáncer y las terapias le han debilitado la fuerza en las manos, le han retirado la menstruación, y le han cambiado algo el aspecto de los genitales ("la cara interna de los muslos se puso algo más tostada durante la radioterapia").

Pilar sigue yendo a sus revisiones cada seis u ocho meses ("yo sé que tengo cáncer, pero esto tiene la importancia que tiene"), tragándose como puede el miedo a la silla ginecológica (otro ''efecto secundario''), pero disfrutando mucho más de la vida que antes. "Voy al gimnasio, a andar, al teatro, al cine... Ya no me quedo en casa en chándal como antes", bromea.

"Aunque yo me tome esto ahora como un trago fácil, no lo es; y también hay momentos malos. Pero si no lo tomas con humor y positividad no lo consigues", apunta. Con tanto humor, que Pilar decidió ''bautizar'' a su tumor, igual que el protagonista de la novela ''La sonrisa etrusca'', de José Luis Sampedro. El de Pilar se llamaba Jerónimo, "como el indio".


Los efectos sexuales de las terapias.

SEXUALIDAD Y TRATAMIENTOS

Cáncer de cuello de útero, un dardo en el corazón de la feminidad.

* A consecuencia de las terapias, algunas mujeres sufren problemas sexuales¨.

MARÍA VALERIO

Fue hace 10 años, en una revisión ginecológica rutinaria. Rosa no deja de repetir que este cáncer hay que prevenirlo como sea, y que nadie debería saltarse las visitas anuales a su ginecólogo. En su caso, eso fue lo que permitió detectar una pequeña lesión en el cuello del útero, que la biopsia acabó confirmando como un cáncer. Su vida ha cambiado desde entonces.

La enfermedad no avisó, como ocurre en muchos casos. Ni dolores, ni molestias... sólo algunos pequeños coágulos de sangre que ella atribuyó a la llegada de la menopausia y que aparecieron cuando estaba fuera de Valencia, trabajando como guía turística, y que tuvieron que cauterizar de urgencia en el hospital. Eso sólo era el principio de un proceso que acabó con una histerectomía para quitarle los ovarios, la matriz y el cuello del útero y una traicionera reaparición de la enfermedad en el colon, el recto y la vejiga.

Pura también acudía a sus revisiones religiosamente. El cáncer se lo detectaron a los 44 años. "Creo que las mujeres de mi edad, con un nivel cultural alto, estamos convencidas de que si acudes al ginecólogo, si te hacen una citología anual, es un cáncer muy detectable. Por eso no hay conciencia de peligro, porque piensas que seguro que te lo van a pillar a tiempo".

Diagnóstico precoz

Pero una negligencia de su ginecóloga de toda la vida ("lo ha dicho un juez") y un retraso en el diagnóstico, hizo que el cáncer no se confirmase hasta que se encontraba ya en un estadio IIIb. En aquel momento, confiesa, "mi incultura sobre el cáncer de cérvix era total". Ahora se ríe cuando oye en la televisión a tertulianos que lo llaman erróneamente "el cáncer de las cervicales"; como si el cuello del útero estuviese en la espalda.

Como recuerda el doctor Antonio González, oncólogo del centro MD Anderson de Madrid, recuerda que la historia natural de este cáncer tiene varios años de evolución. "Para eso sirve la citología, porque desde la infección por el virus del papilomavirus hasta la aparición del cáncer pueden pasar 20 años. Y en ese tiempo, la citología es capaz de detectar cambios anómalos en el endotelio". Es decir, de detectar lesiones precancerosas de fácil tratamiento.

En estadios avanzados el tratamiento incluye quimioterapia, radioterapia externa e interna

Menos del 5% de las mujeres con la infección acaban desarrollando cáncer, porque el propio sistema inmune es capaz de mantener al virus bajo control. Como explica el doctor González, entre los factores de riesgo que predisponen a ello destacan el número de parejas sexuales, la edad de inicio de la primera relación, el tabaco, el uso de anticonceptivos orales, la existencia de otras enfermedades de transmisión sexual o estar inmunodeprimida.
Los tratamientos

Pura pensó, como muchas de las mujeres que pasan por este diagnóstico: "me lo quitarán, me darán ''quimio'' y ya está". Pero su tumor era inoperable y a la quimioterapia hubo que sumar radioterapia y seis sesiones de braquiterapia, una especie de radiación interna, que muchas mujeres recuerdan con horror. "Para mí era tan espeluznante que me metieran esas agujas por la vagina que me tenían que dormir un poco; pero aunque es una experiencia terrible sé que eso es lo que ha matado el tumor".

Para tumores de más de 4 centímetros, en los que la cirugía ya no es viable, la terapia incluye cinco semanas de quimioterapia con cisplatino (una vez a la semana), durante las que se recibe además radioterapia externa una vez al día. La braquiterapia, entre tres o cinco días, completan el ciclo.

Ellas, como muchas otras, saben que el cáncer no te roba sólo la salud. Dejar de trabajar fue la primera ''consecuencia'' en la vida de Rosa que, además, lleva una bolsa adherida al abdomen para recoger las heces a consecuencia de su segunda operación de colon (denominada colostomía). "Vives cada día pendiente de ello, te limita hasta en la forma de vestir", reconoce; "pero se puede seguir adelante si estás bien cuidado y mimado por la gente que te rodea".

Una de las cosas que el cáncer les ''roba'' a algunas de ellas es la normalidad de su vida sexual. "Para muchas mujeres, las relaciones sexuales se convierten en un problema", explica la doctora María Die Trill, coordinadora de la Unidad de Psico-Oncología del Hospital Gregorio Marañón (Madrid). "Un problema que además suele pasar desapercibido, porque los médicos no les preguntan por ello y ellas no lo manifiestan en la consulta".

En algunos casos se recomienda a las pacientes emplear un dilatador vaginal después de las terapias para impedir que la entrada de la vagina se cierre. Se trata de una especie de "pene de metacrilato", como lo describe una de ellas, que debe introducirse en la vagina durante unos minutos cada día. Gracias a su acción no sólo es más fácil y menos doloroso volver a mantener relaciones sexuales, sino que se facilita también la labor del ginecólogo en futuras exploraciones.

Las relaciones sexuales

"Lo que hay es lo que hay", bromea Rosa, "claro que no es agradable y la enfermedad te merma. Yo me pasé un año y medio sin mantener relaciones, con la libido por los suelos. Tienes miedo, te sientes muy vulnerable a cualquier infección y tienes que usar preservativo aunque tengas pareja estable. Pero luego vuelve a surgir el tema y, al final, cuando me he sentido capaz las he retomado".

A los efectos físicos de la radioterapia, que a menudo irritan los genitales ("tengo la vagina de una señora de 90 años", bromea una paciente) y hacen que el coito se vuelva muy doloroso, se suma la pérdida de deseo provocada por los tratamientos, por la llegada adelantada de la menopausia... "A veces la pareja se deteriora después del cáncer. Si ya no funcionaba bien antes del diagnóstico; ahora mucho menos", explica esta psico-oncóloga.

La situación puede ser algo diferente en mujeres jóvenes, sin pareja estable; que en pacientes algo mayores, que llevan casadas o solas muchos años y acostumbradas ya a esta situación. "En las más jóvenes puede aparecer un miedo a no encontrar pareja; pueden sentir temor, vergüenza a lo que vayan a pensar los demás o miedo a no poder ser madres", aclara la especialista.

Pura confiesa que para ella, la mejor terapia de grupo está en la sala donde recibe la quimioterapia. "Desde la primera sesión estás sentado al lado de alguien en la misma situación que tú; y son infinitas las historias que escuchas. Todavía recuerdo lo que me dijo la primera persona a la que conocí en estas circunstancias, en mi primer día de ''quimio'': ''No importa el porcentaje que te den los médicos, sino en que lado de la estadística estás tú''".