“Lado B”, por Celina Abud

No tienen Tourette, pero tampoco fingen

Un estudio describió al “functional tourette like”, calificado como una enfermedad sociogénica masiva inducida por las redes sociales. No existe componente biológico, pero igual se transmite. ¿Quiénes son más susceptibles a contraerla?

Autor/a: Celina Abud

Pasar demasiado tiempo frente a las pantallas es una conducta que sin duda, repercutió en nuestra visión y nuestra postura. Pero más allá de estos problemas, ¿pueden los dispositivos digitales (o más bien, sus contenidos) “contagiar” otros padecimientos? ¿Existen poblaciones más vulnerables a presentarlos? ¿Hay chances de que surjan brotes de enfermedades sociogénicas o, en su versión más moderna, enfermedades sociogénicas inducidas por las redes sociales?  Así al menos lo postula un reciente trabajo de la Universidad de Oxford, que analiza el “functional Tourette like”, algo así como “Tourette imitativo funcional”, fenómeno para el cual se registraron “focos” en adolescentes de países como Alemania, Canadá y el Reino Unido.

En el Síndrome de Tourette, aunque difusa y discutida, existe una causa orgánica mientras que en el Tourette imitativo funcional no la hay. Sin embargo, el cuadro está lejos de ser un invento y en distintos países se están haciendo esfuerzos para conocer más sobre este fenómeno. A la vez, la Sociedad Europea para el Estudio del Síndrome de Tourette (ESSTS, por sus siglas en inglés) lanzó una encuesta para relevar manifestaciones que los diferencien.

Si bien los autores del estudio, titulado Stop that! It's not Tourette's but a new type of mass sociogenic illness, postulan que un experto entrenado puede diferenciar entre ambos cuadros, no siempre se llega al diagnóstico del Tourette imitativo funcional. Es que durante la evaluación de los pacientes, hay un factor que no se tiene en cuenta: la incidencia de las redes sociales y el aumento de su utilización en pandemia, en parte para hacerle frente a la ansiedad en tiempos de COVID-19.

El primer “brote” conocido fue en Alemania, con videos “virales” como vector. Fueron precisamente los del YouTuber Jan Zimmermann, más conocido como Gewinter im Kopf (Tormenta en la cabeza). A juzgar por sus apariciones, se podría decir que el joven, que saltó a la fama a sus 22 años, podría presentar una forma leve de Tourrette. Sin embargo, para sus autores, los síntomas que muestran son de clara naturaleza funcional, primero por ser los más “estereotipados” en el conocimiento popular: la coprolalia (expresión involuntaria de palabras obsenas), la copropaxia (gestos obsenos) y otros comportamientos socialmente inapropiados. Segundo, porque éstos cambiaban cada semana y los más populares entre los followers se repetían más.

El equipo de Oxford mencionó que tras la aparición del YouTuber y por un período de dos años, numerosos adolescentes consultaron por sospecha de Síndrome de Tourette, con manifestaciones similares a las de su ídolo. Hasta se llegó a decir que presentaban “formas resistentes” al no responder a los tratamientos propuestos. En ninguno de los casos se hizo un diagnóstico diferenciado de Tourette imitativo funcional ni se tomó en cuenta la interacción con las redes sociales. Pero cuando se empezó a ver que usaban hasta las mismas palabras que Zimmermann, se pudo constatar la diferencia, esa diferencia que un ojo aguzado bien podría haber visto, porque los jóvenes que cursaron el brote en Alemania presentaban ciertos desplazamientos de brazo exagerados, mientras otros movimientos simples y característicos, como el parpadeo o la acción de aclararse la garganta estaban casi ausentes. A la vez, las manifestaciones parecían crecer frente a tareas que les desagradaban y se aminoraban con las actividades favoritas.  

¿Simulación entonces? Para nada. De hecho, la neuróloga Suzzane O’Sullivan postula en su libro The Sleeping Beauties (Las Bellas Durmientes) que la evidencia sugiere que muchos médicos todavía no reconocen la diferencia entre la simulación y los trastornos funcionales. Y que, lamentablemente es esta fusión entre lo funcional y lo falso lo que explica por qué muchas personas están devastadas por el “trastorno funcional”: temen el juicio moral que traerá, siempre deslegitimando su padecimiento.

La misma autora, pero esta vez en su libro It’s all in your head (Todo está en tu cabeza), enfatiza en que dolencia no es sinónimo de enfermedad, sino que la primera, también llamada “padecimiento” es la respuesta humana a la enfermedad y describe la experiencia subjetiva  en cuanto a sensaciones, pero no explica que exista una enfermedad subyacente.

Volviendo al estudio de Oxford, el equipo postuló que el brote entre los jóvenes alemanes correspondía a una “enfermedad sociogénica masiva inducida por las redes sociales” (MSMI, por sus siglas en inglés), una versión moderna y virtual de las ya descriptas “enfermedades sociogénicas masivas” (MSI), término atribuido a una “constelación de síntomas posiblemente atribuibles a una enfermedad orgánica, pero sin una causa identificable, que ocurre entre dos o más personas que comparten creencias en relación a esos síntomas”.

Las MSI poseen dos variantes: la de “ansiedad”, que se dispara ante situaciones de estrés extremo con manifestaciones inespecíficas como dolor abdominal y de cabeza, mareo, náuseas e hiperventilación; y la “motora”, que se caracteriza por convulsiones y pseudoconvulsiones, “danzas” repentinas y risas (todas similares a los síntomas descriptos en el trabajo).

Si se toma en cuenta al YouTuber como disparador de un brote en los nativos de la generación Z, que suelen presentar situaciones de estrés ligadas a la cultura (como la eco-ansiedad por el cambio climático), que además están en un momento de su vida que construyen su identidad y valoran lo singular, y que también se vieron obligados a aumentar el consumo de contenidos digitales como alternativa al confinamiento, se puede inferir que el functional Tourette like tiene todas las características de una MSMI. Y que parte de un sufrimiento real, más allá de la ausencia de una causa orgánica. En concordancia con esta idea, O’ Sullivan postula: “Lo que deambula por nuestro organismo no es ni un animal ni un órgano, sino la tristeza, y lo que busca es una vía de escape”.

La neuróloga y escritora sostiene que el sufrimiento personal requiere de la validación social bajo la forma de “enfermedad” que lo legitime, evitando las consideraciones morales que resultan devastadoras. De hecho reconoce que por ser neuróloga (y no psiquiatra) le tocó atender a muchos pacientes con trastornos psicosomáticos, porque “la sociedad es sentenciosa con las enfermedades psicológicas y los pacientes lo saben”.

“Algunas personas medicalizan cualquier sensación física y eso en sí mismo puede provocar una enfermedad. En conexión con esta idea está el concepto de trastorno social, a saber la enfermedad como una racionalización de los problemas psicosociales o como un mecanismo adaptativo”. Tras confesar que muchas veces ella misma medicaliza sentimientos y comportamientos (y se reconoce preocupada por hacerlo) afirma que la gente busca una explicación para su sufrimiento, exige etiquetas y pruebas. “Darle a algo una etiqueta médica lo convierte en un asunto médico. Y eso puede ser menos malo que otras explicaciones o ninguna”, cierra.

A nivel histórico, la literatura muestra etiquetas similares. Por ejemplo en 1602 se dejó de pensar que la paciente Mary Glover estaba poseída para decir que sufría de histeria y en 1890, el neurólogo francés Jean-Martin Charcot llevó a esa palabra a alcanzar niveles académicos.

Las MSMI surgen, ahora, en un contexto en que los jóvenes necesitan también sus propias etiquetas para validar un sufrimiento que sale a la superficie de alguna u otra forma. Tal vez necesiten una explicación concreta frente a tanta incertidumbre. Los efectos a largo plazo de la pandemia en la salud mental y en los trastornos sociales aún están por verse. Comenzar a no desacreditar a quien sufre es un comienzo. Encontrar abordajes para acompañar posibles problemas por aparecer, todo un camino.


Referencias:

  1. Kirsten R Müller-Vahl et.al Stop that! It's not Tourette's but a new type of mass sociogenic illness. Brain 2021, Aug 23. DOI: 10.1093/brain/awab316
  2. O’ Sullivan, Suzzane. The sleeping beauties, Pan Macmillan, 2021.
  3. O’Sullivan Suzzane. It’s all in your head, Pan Macmillan, 2016.